El dilema del erizo expone que, cuanto más cercana sea la relación entre dos seres, más probable será que se puedan hacerse daño el uno al otro. Esto se basa en la idea de que los erizos tienen púas en su lomo, y si se acercan uno a otro, las púas de cada uno dañarán al otro.
El miedo a ese dolor hace que los que padezcan este dilema se aíslen para evitarlo, y en consecuencia, terminen sufriendo por su soledad. Los que sufren este dilema no desean acercarse demasiado a la gente por el sufrimiento que esto podría causarle, pero quedarse en soledad también es causa de sufrimiento. Hagan lo que hagan están destinados a sufrir, es una situación de “perder o perder”.
Quizás la solución se encuentre en la frase de Friedrich Nietzsche: Lo que no mata, fortalece. Esto da la idea de que la respuesta está en enfrentar el dolor que pueden causar las espinas, ya que estas, aunque hieran, no nos llegarán a matar.
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