miércoles, 2 de enero de 2013

Un cuento para Mario

Nunca nos han dicho que en realidad nacimos con un hermano gemelo, igual y opuesto a nosotros, que en realidad no nació.
Antes de nacer, el que será nuestro ángel guardián elige a uno de los dos hermanos y al elegido le coloca el dedo sobre los labios, dejando una leve hendidura bajo la la nariz.
El otro niño, aquel que nunca nacerá, se eleva sobre todos, sobre las nubes, las estrellas y vive en el sol o en la luna.
Ésta es la historia de dos de aquellos espíritus que nunca estuvieron vivos, pero tampoco murieron.
Uno de ellos, el más cálido de los dos se alojaba en el sol, mientras que ella fue enviada a la Luna en una noche eterna.
Ninguno de los dos sabía nada sobre la existencia del otro, ambos envidiaban a aquellos que nacieron como hacían todos los fantasmas, y los observaban siempre desde el cielo, preguntándose porqué el ángel no los eligió a ellos. Es una existencia triste la de estos seres.
Sin embargo, un buen día, algo ocurrió. El cielo comenzó a oscurecer poco a poco. El sol y la luna se encontraron y la luna se atrevió a volar de día.
Ambos se juntaron, se unieron durante unos instantes formando un anillo perfecto, un eclipse de espíritus. En ese preciso momento algo ocurrió. Los dos fantasmas se miraron a los ojos y pareció congelarse el tiempo en algo que no era ni día ni noche.
Pero el tiempo nunca deja de correr y ambos tuvieron que separarse.
Los días, los meses, los años y los siglos pasaron.
Cada noche, ella dejaba caer una lágrima brillante que se elevaba y que flotaría a su alrededor para siempre.
El sol, para que la Luna dejara de llorar logró algo imposible, algo impensable y que nunca nadie había hecho. El espíritu que allí vivía decidió pintar el cielo todos los días, unas veces de azul, otras de rosa, de naranja, de morado... Y siempre esperaba para verla a ella, para contemplarla una vez más aunque estuviese dormida.
El espíritu de la Luna, aquel que siempre había vivido bajo un manto de oscuridad se volvió loco con tantos colores y se enamoró perdidamente del espíritu del Sol.

Desde entonces, ella decidió hacerle un regalo a su compañero. Al menos una noche cada 30 soles, decide ponerse su vestido blanco y pintar su hogar de plata, sintiéndose feliz, plena... Sintiéndose Luna Llena.

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No, no tengo las cosas claras, y no quiero tenerlas. Quiero vivir el día a día, e improvisar. Quiero ganar y perder en esta vida, pero sobre todo, quiero disfrutar de cada día como si fuera el último,... el último día de los muchos que me quedan. Me llamo Andrea, y tengo 15 años. Según el momento, puedo ser madura o inmadura, porque no suelo pensar en el futuro. De pequeña bebía café descafeinado porque me sentía mayor, y ahora me encanta, al igual que me gusta saltar en los charcos o cantar en la ducha. Escribo este blog, porque me gusta escribir todo lo que no puedo gritarle al mundo. Espero que lo disfrutéis :)

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