sábado, 10 de diciembre de 2011

Y ya me he congelado de nuevo

Hace ya mucho que no hablamos... bueno, tú si hablas, pero yo no quiero responderte.
¿Cuanto hace que no nos vemos? Meses, quizá más, no estoy segura.
La última vez que te vi, le recuerdo bien.
Fuimos a la estación, y tu quisiste decírmelo todo. No sé qué serían. Tal vez excusas por todo lo que hiciste, tal vez palabras de amistad, de amor, de odio... no lo sé, porque tampoco quise escucharte. Simplemente te hice callar.
Pensando que no te volvería a ver, te sonreí. Aunque puedas pensar lo contrario, fue una sonrisa sincera. No era de felicidad, como ésas que ambos nos enviábamos en la playa, por las tardes, en tu casa, en la mía, en la calle, en la piscina, en cualquier parte. No, éso ya se había acabado. Fue una sonrisa de tristeza, una sonrisa de recuerdos, una sonrisa... para ti.
Pero fue sincera porque tenía la misma razón: Ver una vez más ese brillo de vida en tus ojos oscuros.
No lo conseguí. Entonces hablaste...
-"Ya que no me dejas hablar, ya que no puedo decirte todo lo que debería haberte dicho hace tanto tiempo, ¿me concedes al menos, una última cosa?"
Dudé, porque no estaba segura de que debiera pasar. Ya sabía lo que me iba a pedir. Y antes de que yo pudiera responder, me robó un beso. Me había robado tantos que ya no sabía cuando empezó ésta costumbre. Pero otra vez me di cuenta de que le estaba respondiendo al beso, una vez más. Volvimos a juntar nuestros labios, y a respirar el mismo aire, por un tiempo que se me hizo eterno. Pusiste tu mano en mi mejilla, y me miraste a los ojos de nuevo. Quería que te fueras, quería que todo ésto se acabara ya, no quería que volvieras a abrir la boca, porque entonces sabría que haberte concedido ése último deseo habría sido un error. Pero volviste a hablar de nuevo...
-"Tengo miedo de que alguien más descubra lo increíble que eres y se enamore de ti así como yo lo hice".
-No te preocupes por eso... La gente no se suele enamorar de alguien como yo.
-No tienes ni idea de lo que dices.
Bajé la cabeza, para no seguir mirándole, porque no podía soportarlo más. Pero me cogió suavemente de la barbilla y me regaló una de sus sonrisas torcidas. Me besó en la frente y se perdió entre la multitud que subía al tren, quizá para no volver nunca más.

Yo yo me quedé ahí, parada, congelada en el tiempo.
Sabía lo que iba a pasar ahora, sabía que en el momento en el que me soltaras la mano, volvería a ser la misma de antes, la que debí haber sido siempre. Deseé que te hubieras quedado un poco más. Pero te fuiste.


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No, no tengo las cosas claras, y no quiero tenerlas. Quiero vivir el día a día, e improvisar. Quiero ganar y perder en esta vida, pero sobre todo, quiero disfrutar de cada día como si fuera el último,... el último día de los muchos que me quedan. Me llamo Andrea, y tengo 15 años. Según el momento, puedo ser madura o inmadura, porque no suelo pensar en el futuro. De pequeña bebía café descafeinado porque me sentía mayor, y ahora me encanta, al igual que me gusta saltar en los charcos o cantar en la ducha. Escribo este blog, porque me gusta escribir todo lo que no puedo gritarle al mundo. Espero que lo disfrutéis :)

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