viernes, 18 de noviembre de 2011

Querida luna de plata...

Miré el cielo, y vi la luna... fina, lejana y plateada.
Corrí, corrí con todas mis fuerzas lo más lejos que pude. Pudieron ser segundos, minutos, horas...
Seguí todo lo que pude; sólo quería alcanzarla, sólo quería ser como ella.
Me enamoré de mi luna de plata, tan perfecta, tan brillante. Pasé la noche contemplándola, sin apenas parpadear mientras notaba que me faltaba el aire.
Pero ella se siguió alejando más y más.
Aceleré el ritmo. Mis piernas quemaban y mis pies sangraban, pero ya no me importaba nada. Ya no pensaba en el dolor, en mi vida, en el pasado o en el futuro, solo sabía lo que quería, la quería a ella, y me cegué en ello.
Lo dejé todo atrás, solo para seguir a mi querida luna.


Pero entonces el cielo se volvió dorado, y finalmente salió el sol.
Me di cuenta de que lo había perdido todo por algo imposible.
Alcanzar la luna... que tonta fui.
El sol fue ascendiendo en el cielo, y yo sonreí. ¿Como pude haber sido tan... ingenua?
Pasé el día sentada, contemplando el sol, y pensando que brillaba más que la luna, que daba más calor, y que lo llegaba a notar más cercano.
Me curé las heridas y descansé.
Pero cuando pensaba que el sol era perfecto, también me dejo sola... de nuevo el cielo cambió de color y se volvió violeta.
No.
Nunca conseguirás alcanzarla.
Solo trae oscuridad y frío.
...
Me armé de valor y miré al cielo.
Descubrí que ni el sol, ni todas las estrellas del mundo conseguirían nunca tanta belleza, tanta dulzura, tanta perfección... nunca conseguirían que mi cuerpo ardiera por correr hacia ellos. Miré al suelo.
Ya llevaba horas corriendo hacia ella.
Lo volví a dejar todo atrás aquella noche.
Y volveré a hacerlo, una y otra vez, porque ya no me siento vacía cuando el sol desaparece. Me siento... viva



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No, no tengo las cosas claras, y no quiero tenerlas. Quiero vivir el día a día, e improvisar. Quiero ganar y perder en esta vida, pero sobre todo, quiero disfrutar de cada día como si fuera el último,... el último día de los muchos que me quedan. Me llamo Andrea, y tengo 15 años. Según el momento, puedo ser madura o inmadura, porque no suelo pensar en el futuro. De pequeña bebía café descafeinado porque me sentía mayor, y ahora me encanta, al igual que me gusta saltar en los charcos o cantar en la ducha. Escribo este blog, porque me gusta escribir todo lo que no puedo gritarle al mundo. Espero que lo disfrutéis :)

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