Todo pasa, como en una fábrica, por un proceso lento, que a veces parece que solo se hace para alargar la agonía:
1. El problema. Tan simple y esencial como eso. Cuando te das cuenta de que no puedes hacer nada, cuando te sientes impotente ante la simple idea de lo que pueda pasar, cuando darías lo que fuera por solucionarlo.
2. Aceptarlo. Es el momento en el que se lo quieres contar a la gente, porque piensas que tal vez te animen, pero no puedes hacerlo, porque sabes lo que pasará. Les preocuparás, y entonces intentarán solucionarlo, pero cada vez que lo intenten, te recordarán el motivo, y volverás a hundirte en un agujero oscuro... Sólo tienes una opción: Guardarte tu dolor. Que no le afecte a nadie más, que nadie se preocupe, que nadie pierda ni un segundo pensando en ti, o en tus problemas, porque sino estará en la misma situación que tú, sin poder hacer nada. O porque en el fondo, sabes que nadie conseguirá sacarte, y que te seguirás hundiendo, poco a poco, hasta tocar fondo.
3. Mentir. Es cuando surge la típica pregunta de ...
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
-No me pasa nada,
Pero tranquila... todo acaba. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario