martes, 20 de noviembre de 2012

Te diré cual es mi historia y porqué no tengo nada que perder.

Siempre vivió en su mundo. Lo adoraba, al igual que todo lo que veía.
La realidad siempre le pareció cruel, así que decidió dejar de sentir un buen día, guardando todas sus ideas, su imaginación, su cariño en una pequeña caja oculta en sí misma.
Nunca trató de cambiar lo que le rodeaba, pero tampoco intentó parecerse a ello. No quería encajar en un mundo en el que lo natural es hacerse daño unos a otros, en el que la guerra es el modo de resolver problemas, el mundo que debe ser gobernado, el mundo en el que hay órdenes que obedecer, en el que te dicen cómo pensar, cómo deben ser las relaciones y los sentimientos... Un mundo hecho.
No, no era eso lo que ella quería.
Sin embargo, con la imaginación de una niña, pensó que ella podría cambiarlo. Pensó que aportando su pequeño granito de arena podría crear una montaña, pensó que sonriendo, contagiando su felicidad hasta convertirla en una plaga, conseguiría un mundo feliz. Pero se equivocó.

La niña creció rápidamente, y en a penas 3 años, descubrió que su propio mundo estaba perdiéndose.
Descubrió que la llave de la caja en la que guardó sus sentimientos ya no estaba.
Entonces recordó porqué los había encerrado, porqué decidió crear su propio hogar. Recordó el daño que le habían hecho esos sentimientos malditos, el dolor que la habían causado las personas que llegaron a conocerlos, que tras aprovecharse de ella, la pisotearon hasta convertirla en agua.
Guardó toda esa oscuridad, y como agua que era se adaptó a todo. Así fue como conoció la felicidad.
La felicidad de la ignorancia, si. ¿Pero no es esa en el fondo la única verdad?

Sin embargo, un día alguien la llamó. Le dijo -Por favor, regálame tus sentimientos. Prometo cuidarlos. Y te prometo también que si algún día vuelves a abrir ese cofre, te sentirás viva, así como lo hago yo.-
Fue la primera voz que traspasaba sus muros y se dejó guiar por ella. Saltó al mar al que había lanzado la llave sin dudarlo, siguiendo la promesa de algo nuevo, algo que nunca antes se planteó.
Pero estaba demasiado oscuro. Demasiado profundo, sin embargo la voz la guiaba.
De pronto, comenzó a ver que le faltaba el aire, que el peso del mar se agolpaba sobre todos y cada uno de sus huesos. En ese momento le gritó a la dulce voz que la ayudara, le suplicó un poco de aire.

Y de ese modo, entregándole el beso de la muerte le concedió su deseo, haciendo que la chica se enamorara de aquel sonido, de aquel contacto. Sin embargo el tiempo fue pasando...  y la voz se fue disipando por el eco de las olas. Ya no podía gritar ni podía oírla, y necesitaba respirar.
Continuó nadando para recoger la llave y cuando al fin la consiguió y regresó a la superficie...

Él ya había desaparecido, abandonándola con sus sentimientos oscuros, con los huesos rotos y con el corazón fuera del pecho. Ya no podía ser feliz, ya no tenía energía para seguir luchando contra las olas.

Por favor, ayúdame. Te necesito, no te vayas.
Adiós... No vuelvas, no me hagas más daño, ya estoy rota.

Te prometo que seré feliz, que encontraré la salida. (¿Ves? Yo también sé mentir)


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No, no tengo las cosas claras, y no quiero tenerlas. Quiero vivir el día a día, e improvisar. Quiero ganar y perder en esta vida, pero sobre todo, quiero disfrutar de cada día como si fuera el último,... el último día de los muchos que me quedan. Me llamo Andrea, y tengo 15 años. Según el momento, puedo ser madura o inmadura, porque no suelo pensar en el futuro. De pequeña bebía café descafeinado porque me sentía mayor, y ahora me encanta, al igual que me gusta saltar en los charcos o cantar en la ducha. Escribo este blog, porque me gusta escribir todo lo que no puedo gritarle al mundo. Espero que lo disfrutéis :)

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